Pensaba que con la habitación de Samobor ya se habían acabado todas las sorpresas del viaje… ¡Qué va! La siguiente habitación estaba esperándome en Zadar y qué la pasaba… A la habitación en sí… Nada! Era muy correcta… El problema estaba otra vez en el complejo en la que estaba emplazada. Esta vez no era una vinacoteca, era un restaurante de carretera (eso sí, de la carretera de entrada a Zadar y a unos 3 kilómetros del centro) que había ampliado el negocio al hospedaje. El tema es que tampoco había recepción y ésta se produjo en la caja, donde entre factura y factura de comidas, el estresado camarero atinó a introducir los datos de mi pasaporte y darme una llave para mi habitación.
Después de Zadar tenía una habitación particular en una casa cercana al parque de Plitvice. La única dificultad era encontrarla dado que todos estos alojamientos de montaña pueden o no encontrarse solidarios a la carretera principal. En mi caso y siguiendo perfectamente la ley de Murphy no quedaba claro donde estaba mi siguiente destino. Cada casita de la carretera tenía un panel donde se indicaba su número, pero éste no era ni creciente ni decreciente, ni seguía ninguna ley empírica que fácilmente se dedujera en los pocos segundos que había entre un pueblo y otro (donde la calle cambiaba de nombre). Al final, lo de siempre, parada en un restaurante y a través de señales, tratar de llegar al destino deseado.
Allí me esperaba una niña, que me pasó por teléfono con su madre para indicarme amablemente que tenía todas las camas ocupadas. Ante mi asombro, dado que la indiqué que tenía con fecha D la reserva hecha… Deshice con el coche unos metros del camino transitado para buscar desde cero un nuevo alojamiento. Este no sería muy complicado de encontrar porque prácticamente lo extraño era no ver una casa que no te permitiera dormir. De nuevo, cuál fue mi sorpresa cuando habiendo elegido una al azar, la pareja de personas mayores no parecían muy de acuerdo con compartir una noche con una persona con la que no intercambiarían ninguna palabra. Realmente fue solo esa primera impresión… Que a veces falla!!! Al día siguiente me desperté con el desayuno más sano de todo el viaje: Unos huevos revueltos con embutido y pepino con té.
Como contraste de esta experiencia, mi siguiente parada era un youth hostel. Sencillamente lo peor del viaje… Malas maneras acompañadas de falta de profesionalidad en la recepción.
Dejamos Split a las 5h de la mañana para ir al palacete que nos quedaba por residir. En Dubrovnik tenía reservada un apartamento para dos personas que me permitiría descansar después de nueve días de viaje y cargar las pilas para la vuelta a Spain.
Begovic Boarding House tiene un pequeño complejo hostelero y será difícil que si no duermes en su enorme casa, no lo hagas en alguna de sus familiares cercanos. Perfecta hospitalidad croata!
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