miércoles, 8 de diciembre de 2010

Pax Tibi Marce Evangelista Meus

Después del viaje a Venecia uno se queda impregnado por las múltiples historias y leyendas que tiene esta ciudad. Es cierto, que muchos de nosotros y el que suscribe el primero, hemos afrontado la primera visita a Venecia como un lugar romántico. No digo que no lo sea, pero es más un lugar de lectura y de estudio.
Cómo una ciudad que empezó siendo, año 568, un mero refugio cuando los lombardos invadieron Aquilea, se ha mantenido, llegando a ser la potencia marítima del este del Mediterráneo, hasta la erupción brusca de Napoleón, año 1797.
De esta lectura se desprende que Venecia, durante estos más de doce siglos siempre hizo lo más conveniente en el momento que tocaba. Uno de esos eventos que mantuvo Venecia en la cúspide del poder fue la abducción del apóstol deseado, San Marcos.
Este hecho fue recogido por Tintoretto en un cuadro que se encuentra en la Academia en Venecia “The Abduction of the Body”.


En la Edad Media se realizaban verdaderas subastas de reliquias. Todo el mundo buscaba su placebo como salvoconducto para la vida eterna y por su supuesto, mayor era su poder cuanto mayor era la categoría del santo al que pertenecían las reliquias. Las ciudades no eran menos y en aquella época el patrón de Venecia era San Teodoro, el General, conocido también como Teodoro de Euchaita o de Heraclea. Una de sus representaciones más famosas se encuentra encima de una de las columnas de la Piazza de San Marco


Este santo era insuficiente para el prestigio que quería imponer Venecia por lo que se buscaron otro, una persona que convivió con el mismísimo Jesucristo, San Marcos. Los restos de San Marcos estaban en Alejandría en el año 828 cuando fueron robados por unos mercaderes venecianos. Cuentan los venecianos, difícil de ratificar, que en aquella época la ciudad que era gobernada por los musulmanes a través de Abbasid Caliph estaba construyendo unos palacios que necesitaban de todo el mármol disponible. El caso es que se estaban quedando escasos de material y la iglesia de San Marcos peligraba. Ahí la aparición de estos mercaderes que confiados de su misión convencieron a los monjes cristianos de la iglesia para que les dejaran los restos del santo apóstol para mejor protegerlos. El cuerpo del evangelista fue entonces reemplazado por otro cuerpo cercano al martirio de Santa Claudia y las reliquias se cargaron en el barco en unas cestas grandes que estaban cubiertas de jamón y cerdo.
En el momento de partir, un intenso hedor se extendió por toda Alejandría y sus habitantes acudieron al lugar sagrado a ver lo que había pasado. Asegurados de que el cuerpo de San Marcos seguía en su lugar se volvieron a sus casas. Cuando tuvieron que pasar las aduanas, los mercaderes tuvieron que enseñar sus mercancías a los oficiales. No hubo problemas dado que el último obstáculo fue el grito que les lanzaron “Kanzir, kanzir”, que es una expresión de disgusto al no estar acostumbradas sus narices a ese olor.
A partir de aquí San Marcos siguió ejerciendo milagros. El primero salvando el barco de un naufragio en la vuelta a Venecia. Ya en Venecia el cuerpo fue mantenido en un lugar secreto del palacio de los Duques hasta que fue construida la primera iglesia para San Marcos. El problema fue que en una revuelta, año 976, la iglesia fue hecha cenizas y los huesos de San Marcos desaparecieron. Sin embargo los venecianos nunca pudieron admitir este hecho, por lo que en la construcción de la nueva iglesia se produjo un nuevo milagro. Según cuenta la leyenda una noche esta nueva iglesia tembló y el ataúd de San Marcos apareció al lado de una de las columnas.

La fe de los venecianos les había devuelto al santo. Un santo que por cierto nunca estuvo en vida en Venecia, a pesar de que existe otra leyenda que cuenta que San Marcos en unos de los viajes entre Aquilea y Roma, su barco naufragó y acabó con sus huesos en esta laguna. Aquí se le apareció un ángel, con forma de león alado, que le dijo, “Pax tibi, Marce, evangelista meus. Hic requiescet corpus tuum”, que significa “Paz a ti, Marcos mi evangelista, aquí tu cuerpo descansará”. El inicio de esta frase se ve por cierto en toda Venecia, dado que viene escrito en el libro que sostiene el león, símbolo de la ciudad, en todas sus representaciones.

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